domingo, 21 de marzo de 2010

Poema-reflexión de un burundés

Acontecimiento
Michel Kayoya (Burundi)


No son vuestras carreteras ni vuestras casas.
Los edificios me dejan pensativo,
me recuerdan siempre la miseria, la deshumanización
que he visto en muchos de sus habitantes.
La soledad, el aislamiento
es para mi un horror.
Las fábricas,
la técnica,
el hormigón…
no, no sirven al hombre lo suficiente.

Entonces, ¿Qué era lo que más me impresionaba? ¿Todo lo que veía? ¡Ah, no! No todo me impresionaba. Muchas cosas me habían desagradado. Las riquezas de Occidente me habían dejado frío. Tantos “montones” de riqueza no me conmovían.

Yo miraba mucho. Me miraban. Me preocupaban otras cosas. Pero… ¿qué debo responder a este hombre sentado junto a mi? No me salía la respuesta. Sin embargo, conozco Occidente. Lo he recorrido en todas las direcciones para ver lo que esconde. Mis dos ojos siempre estaban abiertos.

¡Yo he visto Occidente!
Vi a un hombre que con un hacha partía leña.
¡Con que ardor lo hacía!
¡Ese hombre era blanco!

Me acerqué para comprobar si era blanco. Vi a una mujer limpiar el parqué con un trapo. ¡Anda! ¡Era una mujer blanca, una dama! (…) Quería decirle todo esto a mi interlocutor. Un ligero sudor perlaba mi frente. ¿Qué debía decir?

Un día me emocioné.
Atenas,
Londres,
Roterdam,
Munich,
París.

¡Tanta riqueza apenas utilizada! ¡Tanta tienda siempre llena, al tiempo que el hambre siega poblaciones enteras! ¡Si, eso me emocionó profundamente!

¡Tanta energía humana sin explotar!
¡Tanta capacidad humana en paro!

Es triste ver tanto médico que, falto de clientes, no trabaja en todo el día, mientras que, al otro lado, seres humanos perecen por falta de médicos