lunes, 30 de noviembre de 2009

Episcopalía

No conozco al autor, Jairo del Agua. Pero este artículo suyo (ver líneas abajo) me ayuda ante el "misterio de la Iglesia" del que yo siempre digo que me plantea mucho más problema que el de la Santísima Trinidad.

Sus citas bíblicas no pueden ser más contundentes, más convincentes. Y todo desde la humildad del que se confiesa pecador, necesitado de la guía y orientación de sus pastores. Yo también.

Frente a tanto escándalo, procuro recordar a gentes como el obispo Romero, Casaldáliga, Leónidas Proaño o Helder Cámara. O Juan XXIII. Ejemplos todos de coherencia, compromiso, entrega, humildad desde la cercanía a la Iglesia Real y no desde la lejanía del lujo, el oropel y la posesión de la verdad. Ejemplos magníficos que me invitan a seguir intentando vivir cada día como cristiano.

¡Gracias, Señor, por los profetas de hoy!

Álvaro Vázquez-Dodero
 

AÑO IX /  8.450 ejemplares
ISSN: 1579-6345
ecleSALia 30 de noviembrede 2009
 
 
¿A QUÉ ESTÁIS ESPERANDO?
Meditación de adviento sólo para Obispos
JAIRO DEL AGUA, jairoagua@gmail.com
MADRID.

ECLESALIA, 30/11/09.- ¿Qué os ha ocurrido queridos hermanos Obispos? ¿Quién os ha cerrado los ojos? ¿Cómo no oís el clamor de este Pueblo que busca guías fieles y ejemplos evangélicos?
¿Habéis olvidado vuestros días de fervor? Os imagino orando con fe reventona, con el clamor del Evangelio en las entrañas, con el amor al Pueblo de Dios apretado a la cintura hasta confundirse con vuestra propia carne.
¿Qué pasa cuando os nombran Obispos? ¿Qué cambia en vuestro interior? ¿Por qué os dejáis uncir como silentes bueyes a la uniformidad, al paso lento, al pensamiento único, a los arcaicos signos y estructuras? Eso no es unidad, hermanos míos, eso es claudicación ante la permanente llamada del Espíritu renovador. ¿No sois vosotros los adalides del Evangelio? Pues deberíais ser los primeros en reflejar el permanente dinamismo de la vida: "He venido para que tengan vida y la tengan abundante" (Jn 10,10).
Sin embargo, os percibimos atrincherados e inmovilizados bajo el incienso de vuestros turiferarios. ¿Os habéis fijado -por ejemplo- en quiénes conforman vuestros Consejos? Con los laicos contáis poco, pero los que escogéis son siempre los bailadores del incensario. No toleráis los distintos, críticos, disconformes, heridos, perdidos o buscadores. Habéis borrado de vuestro particular evangelio a los "zaqueos", "magdalenas", "mateos", "leprosos", "paralíticos", "cananeas", "adúlteras", "bartimeos", "samaritanos" y demás gente sospechosa. Os encanta rodearos de doctores, escribas y fariseos. Por supuesto, la oveja perdida ya falleció de cansancio, desorientación y hambre, hace mucho tiempo. "Porque voy a poner en este país a un pastor insensato, que no se preocupará de la oveja perdida, ni buscará la que anda descarriada, ni curará a la herida, ni alimentará a las sanas; sino que comerá la carne de las más gordas y no dejará ni las pezuñas" (Zac 11,16). Podría seguir con Ezequiel 34, pero de sobra lo conocéis. La Escritura debería, al menos, cuestionaros.
Hoy sólo quiero invitaros a meditar sobre vuestros signos, vuestra apariencia, vuestra imagen ante nosotros y ante el mundo. Bajo la pesada losa de la uniformidad e inmovilismo canónicos os amancebáis con la pompa, el lujo, la púrpura, el boato y la profanidad. ¿Os sentís cómodos con vuestras coronas, cetros y tronos? Un sirviente no necesita ostentosa corona. No es propio, no es adecuado, no es digno. Su entrega, su servicio y su sudor son su auténtica diadema. Un pastor bueno escucha, conoce y camina sencillamente entre sus ovejas: "Conozco a mis ovejas y ellas me conocen" (Jn 10,14). No se ciñe picuda corona, ni se fabrica relucientes cetros, sino que apoya su cansancio en un palo, que eso es un cayado.
Si queréis ser guías, mostrad con vuestro ejemplo la luz del Evangelio. No os endioséis en tronos y sitiales que nos confunden y abochornan. No aceptéis palio, baldaquino o dosel para ensalzar vuestra dignidad, porque nada de eso necesitáis para vuestra misión. Es muy difícil percibiros como apóstoles porque no sólo habéis caído en la ambición de vuestra carrera eclesiástica: "uno a tu derecha y otro a tu izquierda" (Mt 20,21), sino que os habéis subido al mismísimo trono divino con la escusa de que sois sus representantes, sus vicarios, sus apoderados, sus mediadores, su autoridad. Vuestros signos no son los del Señor: "El más pequeño de vosotros ése es el más importante" (Lc 9,48). "Ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni calzado, ni bastón" (Mt 10,10). ¿Cómo podremos reconoceros con tanto disfraz?
¡Rechazad toda apariencia de poder! ¡No os es lícito convivir con esa concubina del encumbramiento, el fasto y oropel! Vuestra legítima esposa es la Iglesia, este Pueblo fiel que os busca y os ama a pesar de todo… Buscad los signos del Señor: "Sabéis que los jefes de las naciones las tiranizan y que los grandes las oprimen con su poderío. No será así entre vosotros, sino que, si alguno de vosotros quiere ser grande, sea vuestro servidor; y el que de vosotros quiera ser el primero, que sea el servidor de todos" (Mt 20,25).
¿Cómo podéis haceros llamar Santidad o Santo Padre? ¿Por qué no os habéis conformado con el "servus servorum"? ¿No sois vosotros los especialistas en Escritura? Sus palabras son nítidas y transparentes:
- "Sólo Dios es Santo" (Mt 19,17).
- "Tú eres el único Santo" (Ap 15,4).
- "Al Señor tu Dios adorarás y a Él sólo darás culto" (Mt 4,10).
- "No a nosotros, Señor, no a nosotros sino a tu nombre da la gloria" (Sal 115).
- "Pero vosotros no os dejéis llamar maestro, porque uno es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos. A nadie en la tierra llaméis padre, porque uno solo es vuestro Padre, el celestial. Ni os dejéis llamar preceptores, porque uno solo es vuestro preceptor: el Mesías. El más grande de vosotros que sea vuestro servidor. Pues el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado" (Mt 23,8).
Y lo cantamos a voz en cuello: "Sólo Tú eres Santo, sólo Tú Señor, solo Tú Altísimo Jesucristo" (Gloria).
¿Cómo podéis haceros llamar “monseñor”, mi señor? Me aterra la lucidez que os ha sorbido esa aduladora vanagloria con la que vivís. "¡No os es lícito!" (Mt 14,4). Me duele hasta el hondón del alma la ceguera a la que os ha reducido. Camináis ciegos y sordos bajo vuestras ilustrísimas, excelentísimas, reverendísimas y eminentísimas contradicciones. Cuanto más os encumbráis más lejos estáis de este Pueblo y de su Dios. Habéis sido nombrados servidores para ayudar, no para vuestro propio medro y prestigio. "¿Cómo podéis creer, si sólo buscáis honores los unos de los otros, y no buscáis el honor que viene del Dios único?" (Jn 5,44).
Os vestís afeminadamente con llamativos colores, sedas, rasos, encajes y borlas. No me refiero a los ornamentos eucarísticos, que prestan un servicio cara al Pueblo, sino a los que usáis para vuestra pompa personal. Os encofráis la cabeza con arcaicos perifollos y os significáis bajo teatrales capas. Os ceñís fajines de generales y nobles, aceptáis reverencias ante vuestra pobre humanidad y no dais un paso sin vuestro maestro de ceremonias. ¿Es propia del reino de Dios tanta farándula? "Guardaos de los maestros de la ley, a los que les gusta pasearse con vestidos ostentosos, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes" (Mc 12,38).
Os colgáis preciosos pectorales, como insignias o condecoraciones, pretendiendo que signifiquen vuestro cristianismo. ¿Se os ha olvidado cómo era la Cruz del martirio del Señor? ¡Madera de la más basta! ¿Por qué no vemos sobre vuestro pecho -y no sobre hartas barrigas- una sencilla cruz de madera con la silueta del Crucificado grabada a fuego? Eso sí lo entenderíamos. ¿Es poco para vosotros? ¿Tan cogidos os tiene la pecadora ostentación? Qué buen ejemplo daríais a muchos católicos que pervierten la cruz en presuntuosa joya de lujo; a muchas religiosas que trocaron la cruz por inexpresivos colgantes; a muchos sacerdotes que, abandonando todo signo de su misión, se ocultan bajo mundanas corbatas o se aderezan con anillos y pendientes. De tal palo, tal astilla.
Vuestras manos han sido consagradas para bendecir, ayudar, perdonar y guiar. Pero vosotros las habéis paganizado con grandes anillos. ¿No os importa nada escandalizar? "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le ataran al cuello una rueda de molino y lo tiraran al mar" (Mc 9,42). "Hacen todas sus obras para que los vean los demás. Ensanchan sus filacterias y alargan los flecos del manto" (Mt 23,5). "¡Ay de vosotros, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de Dios a los hombres! ¡No entráis vosotros ni dejáis entrar a los que quieren!" (Mt 23,13).
Por si todo eso fuera poco habitáis en palacios, usáis blasones nobiliarios, os hacéis pintar grandes retratos para memoria de los años venideros. ¿Memoria de qué? ¿De vuestro amancebamiento con el poder, el lujo, la fama, la imagen, la ostentación y la vanidad del mundo? "Por los frutos les conoceréis" (Mt 7,16). Habéis elegido, como signos de vuestra dignidad, la exhibición de vuestra indignidad cristiana porque os habéis rodeado de signos paganos. ¿No es eso lo que se aprecia, a simple vista, sólo con observar cómo os presentáis ante la Iglesia? "Vosotros sois los que os las dais de intachables ante la gente, pero Dios os conoce por dentro, y ese encumbrarse entre los hombres le repugna a Dios" (Lc 16,15).
Me duele tener que deciros todo esto. Siento una terrible vergüenza porque un pecador no es el indicado. Pero no tengo más remedio que expulsar esta profecía que me lleva corroyendo las entrañas mucho, muchísimo tiempo… ¡Daría por vosotros la vida! Pero no puedo silenciar la contaminación mundana que os rodea. Sé que en los últimos años os habéis simplificado, pero "os falta un largo camino" (1Re 19,7). Sé que sois "creyentes", algunos incluso "fervorosos creyentes", pero no resultáis "creíbles" porque os falta coherencia. "Como cristiano que soy, digo la verdad, no miento. Mi conciencia, bajo la acción del Espíritu Santo, me asegura que digo la verdad. Tengo una tristeza inmensa y un profundo y continuo dolor" (Rom 9,1).
Tengo la esperanza de que, alguna vez, cuando os arrodilléis a orar ante una talla del Crucificado, os fijéis bien en el vestido que arropa su dignidad, en los rubíes que adornan sus manos, en su corona de Rey, en la magnífica sede magisterial desde la que enseña. Espero, tengo la esperanza, de que esa visión sea el comienzo de vuestra liberación.
Hoy os ruego que meditéis sólo sobre vuestros signos externos, lo que se ve, lo que os desprestigia y os ata. No me siento con fuerza para hablar de vuestro autoritarismo o de vuestra afición a arrancar supuestas cizañas sin esperar a la siega, en contra del mandato evangélico: "¡No! No sea que al recoger la cizaña, arranquéis con ella el trigo" (Mt 13,29). Tampoco quiero extenderme con vuestro protagonismo, con vuestra creencia de que sois los garantes de la Iglesia, es más, de que sois "La Iglesia". ¿Se os olvidó que quien dirige y garantiza es el Espíritu Santo? ¿Por qué no lo veis caminando entre el Pueblo?
Habéis institucionalizado vuestros escándalos, por eso no los veis. Todo lo justificáis bajo un burdo disfraz: la sacralización. Esa capacidad que os arrogáis para convertir en sagrado lo profano o inmoral. Habéis llegado a sacralizar y santificar el oro, la plata, las joyas, las piedras preciosas, el arte profano, es decir, la riqueza mundana. Convertís el oro en “oro del templo” y todos justificados. Habéis promocionado su uso, acumulación y exhibición como signos de religiosidad. Coronáis y enjoyáis imágenes, construís riquísimas custodias, coleccionáis valiosos cálices, copas, relicarios, etc. ¿De verdad creéis que el Señor se encuentra cómodo entre tanta brillante riqueza?
Decís: "para el culto a Dios lo mejor, lo más valioso". ¿De verdad pensáis que lo más valioso es la riqueza material? ¿Qué haremos entonces los que, como vuestros predecesores Pedro y Juan, "no tenemos oro ni plata" (He 3,6)?
Habéis sustituido los "novillos cebados" por lujos y objetos preciosos. ¿Eso le agrada al Señor? "Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable" (Cant 8,7). ¿Se os olvidó que el verdadero culto a Dios está unido a la misericordia? "Cuando lo hicisteis con alguno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis" (Mt 25,40). "Porque yo quiero amor, no sacrificios; conocimiento de Dios, y no holocaustos" (Os 6,6).
Incluso habéis creado museos para exhibir la historia de vuestras riquezas, algunas muy antiguas, como antigua es vuestra ceguera. El otro día me hirió de repente una visión aberrante: un famoso Nazareno con corona de espinas… ¡de oro! ¡Qué corrupción tan infame de la religión!
- "Si me ofrecéis holocaustos y ofrendas, no los aceptaré; no me digno mirar el sacrificio de vuestros novillos cebados… Quiero que el derecho fluya como el agua y la justicia como torrente perenne" (Am 5,22).
- "Escuchad mi voz, y yo seré entonces vuestro Dios y vosotros seréis mi pueblo; seguid cabalmente el camino que os he prescrito para vuestra felicidad" (Jr 7,22).
- "Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego" (Sant 5,2).
Mientras tanto, muchos hermanos nuestros suplican medicinas, pan, escuelas, iglesias, catequesis, tantas y tantas cosas muchísimo más importantes que la riqueza que atesoráis en museos y sacristías. "No atesoréis en la tierra, donde la polilla y el orín corroen y donde los ladrones socaban y roban. Atesorad, más bien, en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corroen, ni los ladrones socaban ni roban" (Mt 6,19). "Anda, vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres… después ven y sígueme" (Mt 19,21). ¿No fue eso lo que os dijo al principio, cuando os miró y llamó con tanto amor? ¡Volved al desierto "donde os hablaré al corazón, como en los días de juventud"¡ (Os 2,16).
No es que los tiempos estén en vuestra contra, ni que haya católicos lenguaraces que os abominan. Es que vosotros mismos os habéis desprestigiado, os habéis convertido en sonrojo para los de dentro y en irrisión para los de fuera. Es que vuestro escándalo clama al cielo y el Pueblo no cesa de llorar por vosotros y por vuestra amnesia: "el dios del mundo éste les ha cegado la mente y no distinguen el resplandor de la buena noticia del Mesías glorioso, imagen de Dios. Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor, y nosotros somos vuestros siervos por amor de Jesús" (2Cor 4,4).
¡Desnudaos, sumergíos en el Evangelio, volved al corazón de la Iglesia! "Procurad tener los mismos sentimientos que tuvo Cristo Jesús, el cual, teniendo la naturaleza gloriosa de Dios, no consideró como codiciable tesoro el mantenerse igual a Dios, sino que se anonadó a sí mismo tomando la naturaleza de siervo, haciéndose semejante a los hombres; y, en su condición de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte y muerte de cruz" (Fil 2,5).
Empezad por los signos y atributos, no os dejéis engañar. ¡Volved, volved y caminaremos juntos hacia la evangelización de nuestra Iglesia! No cerremos los oídos a la dulce voz: "¡Levántate, amada mía, hermosa mía, ven a Mí!" (Cant 2,10). ¡Volved y podréis vivir con gozo vuestra misión de santificar, enseñar y gobernar en medio del Pueblo!
Hace poco Benedicto XVI, citando a san Juan Leonardi, dijo textualmente: "La renovación de la Iglesia debe comenzar en quien manda y extenderse al resto". ¿A qué estáis esperando?
¡No me lo digáis! Lo sé, lo sé: "Todo tú eres pecado desde que naciste, y ¿nos enseñas a nosotros?" (Jn 9,34). ¡Tenéis razón! Por eso necesito vuestra ayuda, vuestro ejemplo, vuestro caminar delante. ¡Ayudadme, por favor, ayudadme! ¡No me dejéis cargado con mis pecados y los vuestros! (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 
 
Para contactar, suscribirse/darse de baja: eclesalia@eclesalia.net
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Eclesalia Informativo, la apuesta por una Iglesia al aire del Espíritu, renovada y renovadora, con sabor a pueblo, Dios al fondo y Cristo en medio, nunca excluyente y siempre fraterna. Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia. De acuerdo con lo dispuesto en la LO 15/1.999 de 13 de diciembre de Protección de Datos de Carácter Personal, tus datos están recogidos en un fichero cuya titularidad y responsabilidad corresponde a Eclesalia Informativo (ISSN: 1579-6345) que tomará las medidas necesarias para garantizar su seguridad y confidencialidad, usándolo para el envío de nuestra publicación; dicho fichero se encuentra debidamente registrado en la Agencia Española de Protección de Datos con fecha 9 de diciembre de 2008. Puedes ejercitar los derechos de acceso, rectificación, oposición y cancelación dirigiéndote por escrito a eclesalia@eclesalia.net Si nos has recibido por error, es decir, si no recuerdas haber solicitado esta información, te pedimos disculpas y que nos lo comuniques para poder subsanarlo. Eclesalia Informativo no es Spam, no enviamos información que no se nos haya requerido, pero ello no evita que podamos cometer algún error. Gracias.
Selección de artículos y memorias en http://www.eclesalia.net Secciones: Documentos, reflexiones, artículos de fondo, entrevistas (Tornos). Convocatorias de interés religioso, ecuménico, eclesial (Retornos). Actualidad de nuestra querida Iglesia, su realidad (Entornos). Lugares de interés eclesial, direcciones electrónicas y postales (Contornos).  Información sobre música, cine y publicaciones en general (Entretornos). Anuncio y denuncia profética (Trastornos). Para volver el pensamiento a la Palabra (Detornos). Eclesalia Informativo no se hace responsable del contenido de los artículos aquí publicados,, ni asume necesariamente las posturas de sus autores.


lunes, 9 de noviembre de 2009

Tal vez la ruta costera más bella de España

Amanecer en la carretera de Málaga a Almería. Nada de autovías, que alejan el paisaje. Mucho mejor por la antigua nacional 340, que va por la costa-costa. Vistas espectaculares sobre el mar, a cualquier hora del día.






Aunque alguno no sea feliz en esta ruta:


Otros si, más que felices:


lunes, 2 de noviembre de 2009

Dos citas de Eduardo Galeano

Primera: 
"Los indios de Canadá no conocen la propiedad ni la envidia, cuenta Pouchot, y llaman al dinero serpiente de los franceses.
Consideran ridículo obedecer a un semejante, dice Lafitau. Eligen jefes que no tienen privilegio alguno; y a quien sale mandón lo destituyen. Las mujeres opinan y deciden a la par que los hombres. Los consejos de ancianos y las asambleas públicas tienen la última palabra; pero ninguna palabra  humana resuena más fuerte que la voz de los sueños.
Obedecen a los sueños como los cristianos al mandato divino, observa Brébeuf. Los obedecen cada día, porque a través de los sueños habla el alma cada noche; y cuando llega el fin del invierno y se rompen los hielos del mundo, celebran una larga fiesta a los sueños consagrada. Entonces los indios se disfrazan y toda locura está permitida.
Los indios no pueden entender la idea del infierno, Jamás habían oido hablar del castigo eterno, Cuando los cristianos los amenazan con el infierno, los salvajes preguntan: Y en el infierno, ¿estarán mis amigos?"
       (de Memoria del fuego, de Eduardo Galeano)

Segunda: 
"El hambre desayuna miedo. El miedo al silencio aturde las calles. El miedo amenaza:
   Si usted ama, tendrá sida.
   Si fuma, tendrá cáncer.
   Si respira, tendrá contaminación.
   Si bebe, tendrá accidentes.
   Si come, tendrá colesterol.
   Si habla tendrá desempleo.
   Si camina, tendrá violencia.
   Si piensa, tendrá angustia.
   Si duda, tendrá locura.
   Si siente, tendrá soledad"
       (de Las palabras andantes, de Eduardo Galeano)


Sin comentarios